
Tu mirada es un trigger.
Sobre todo cuando me miras de esa manera que ríes. Cuando tu entusiasmo se escapa por los pliegues del ceño dispuesto a convertir en curiosidad esta tarde de siesta.
Cuando me miras así me quitas cien años de encima. Somos de nuevo dos niños que han descubierto un tesoro en la playa. Cuando me miras así me tomas la mano y me arrastras a la vida:
Ven, corre, no te lo pierdas, es increíble.
Cuando me miras así eres como el sol de marzo que cura la piel dolida y hastiada de invierno. Estiras los repliegues donde hibernó la audacia y como el que se deshace del largo frío retorna la fiebre a mis mejillas.
Cuando me miras así es como beberme un cóctel de sustancias benignas.
Diez horas de tonificante sueño. Un día en un spa. Una inyección de serotonina.
Cuando me miras así en un piano suenan notas de calma y consciencia.
Cuando me miras así la boca chorrea fresas rojas de azúcar, despreocupada de manchas y ridículo.
Cuando me miras así masajeas mis ojos epilépticos por el frenesí y la prisa y a ciegas me llevas a un baile de ninfas.
Cuando me miras así veo al conejo blanco correr por tus pupilas y me lanzo confiada al hoyo inmenso de su negrura. No me asustan sus sombras.
Cuando me miras así revientas la máscara. Me desnudas de pasado y soy yo de nuevo hoy. Libre, despojada.
No me has mirado aún y ya sabes que ganaste…
Cuando me miras así qué más puedo hacer yo que sostener la mirada.