
— Habría que llamar a los hospitales, a la policía, a los vecinos, alguien habrá visto algo. Qué raro todo.
— Espera Rubén, en la cocina hay una nota. Es su letra. A ver. ¿En serio? ¿No habrá hecho alguna locura? ¿Es posible que se haya largado?
Queridos, antes de nada sabed que me he tomado la licencia de organizarlo todo. Los dos años de que os quedan universidad están pagados. Confío en vuestro intelecto. No necesitaréis más tiempo que ese. He abierto una cuenta a vuestro nombre de la que soy cotitular. Os haré ingresos periódicamente. Me voy pero no desaparezco. Estaré a golpe de teléfono. No se os ocurra pensar que esto es un abandono, porque no lo es. Si me necesitáis de verdad estaré aquí en menos tiempo del que imaginéis. Todas las facturas de casa y recibos están a mi nombre así que de momento seguiré pagándolas yo. Si se estropea la nevera o la cafetera llamad a Andrés. Está al tanto de todo. Él se encargará. Aclarada la logística, ahí va la explicación:
Aunque sé que es complicado me gustaría que no leyerais esta carta con los ojos nublados por la rabia o la pena. Podéis enfadaros conmigo, estáis en pleno derecho, espero poder compensaros y convenceros más adelante, aunque no rogaré vuestra absolución. Es una decisión que tomo consciente, asumiendo las consecuencias después de haber puesto todas las posibilidades encima de la balanza. Lo que sí deseo es que la comprendáis. Y si no soy capaces de hacerlo hoy, que tengáis las claves para que algún día lo hagáis. No ya tanto por mí si no por vosotros mismos. Como parte de mi legado. Mi decisión es redención para mí y un regalo vital para vosotros.
He vivido durante demasiado tiempo los sueños de otros, tan en serio me tomé el cumplirlos que llegué a creerme que eran míos. Sin embargo a veces, cuando os llevaba a danza, o preparaba la mochila de japonés, sentía como una punzada hueca en el estómago. Siempre he tenido la intuición de que ese vacío no se cerraría por sí solo como una herida superficial. Pero si notaba que se abría un poco me encargaba diligente de taparlo con todos los cachitos de amor que me dabais. He sido muy consciente de cada uno de los momentos de amor vividos. Mucho más de lo que podéis imaginar. Me han mantenido a flote. Han sido y son hasta la fecha mi tabla de salvación. Estoy segura de que sin ellos me habría visto vencida por la locura o dios sabe por qué. Os quiero mucho, vidas mías. No lo dudéis. Pero también me quiero a mí. Y eso es algo que he descubierto hace muy poquito tiempo. Y debo de confesaros que ha sido el mayor hallazgo de mi vida.
Recordaréis la semana que pasasteis esquiando con papá el año pasado. Yo me quedé en casa porque venía la tía de vacaciones. Volvisteis encantados porque desde el primer día bajasteis pistas rojas. Recuerdo especialmente el brillo en los ojos de Rubén. No hay nada más estimulante que vencer un miedo. No parasteis de hablar de la nieve en los siguientes días. Estabais tan emocionados que no reparasteis en mí. Con todas las vueltas que yo había dado a todo y con todas las excusas que tenía preparadas por si preguntabais, no fue necesario usar ninguna. Pues bien, y aquí sí que os debo una disculpa: La tía no vino, ni nunca tuvo la intención. Me pareció una oportunidad estupenda para descansar de todo y de todos. Parar unos días tranquila, disfrutando de la casa y de un tiempo libre, por otro lado, bien merecido.
Y ese era el plan: Leer, pasear, comer a deshoras, subir un par de grados la calefacción, que siempre me tenéis helada… En fin, un descanso. Y hay que ver cómo de paradójica es la vida a veces que decidió que para descansar a la tumba, que con esquíes o sin ellos iba a lanzarme colina abajo a mí también. Desde entonces no he dejado de rodar hacia mi esencia.
No sé si habéis visto una peli de Clint Eastwood que a mí me encanta. Los puentes de Madison se llama. Lo dudo, sois muy jóvenes. No os la voy a contar. Tendréis que verla porque algo así fue lo que pasó. Aunque con matices. Quien vino a despertarme del letargo no fue el amor romántico. Si es lo que estáis temiendo no, no engañé a papá. Lo que ocurrió fue solo una conversación. Creedme cuando os digo que las palabras pueden ser transformadoras. Hablar es acción. De casualidad asistí a una charla sobre arte contemporáneo que daban en la Universidad. Había salido a pasear y llovía así que me pasé. Al terminar le hice un par de preguntas al ponente. Le gustó mi planteamiento y tomamos un café. Un cortado con hielo cambió mi vida. Me aclaró algunos puntos de la conferencia y luego seguimos hablando de la vida, de arte, de música, de sentimientos… Un tipo curioso y un tanto excéntrico con el que pasé una tarde muy agradable. Pero no fue durante la charla. Fue después, cuando nos despedimos. No lo recuerdo exactamente pero dijo algo así: <<Gracias por el rato, eres inspiradora. Si en la rutina eres así, cómo serás cuando sueñas>>. Un latigazo en el estómago hizo supurar la herida que acabó abriéndose en canal. Y no había amor disponible cerca con el que taparla. No me quedó otra que atenderla. Por suerte mi amigo tenía prisa y como no respondí más que con una leve sonrisa nos dijimos adiós con vanas promesas de seguir conectados. Se fue. Yo me quedé allí un poco más. Un rato después no sé por qué, vino a mi memoria la película. Me levanté, intenté pagar pero estaba invitada así que me preparé para irme. Me subí el cuello de la gabardina. Aún llovía. Agarré el pomo de la puerta y salí del bar al mundo pensando que así debería haber salido Francesca de su coche. Corriendo hacia Robert, (hacia ella misma) bajo la lluvia y sin mirar atrás. Nunca me convenció ese final.
Decía Óscar Wilde que a veces podemos pasarnos años sin vivir en absoluto, y de pronto toda nuestra vida se concentra en un solo instante. Ese fue el mío. Los detalles no os los escribo que no pretendo aburriros, al final son todo cosas mías. Mías, sí. Mías. Qué raro suena. Cuando vengáis a verme lo hablamos si os apetece. Es bueno tener ejemplos. Al final somos todos tan parecidos…
Sabéis que siempre me gustó el mar. He encontrado una casita pequeña perfecta para mí. Blanca y llena de luz. Muy mediterránea. También encontré un trabajo a tiempo parcial que me mantendrá entretenida y me da de sobra para tirar. Y por si os lo estáis preguntando, no, aún no sé cómo soy cuando sueño. Me voy para averiguarlo. Me miré de frente, me gusté y ahora ya no puedo darle la vuelta al espejo. Espero que lo entendáis.
Os amo.
Blanca.